La tradición oral como vehículo de las dinámicas intergeneracionales y su influencia en el desarrollo social actual.
AUTOR: MANUEL VERA ZEVALLOS
Las sociedades y/o civilizaciones se diferencian, entre sí, en todo cuanto hace referencia a la variedad de sus expresiones; esto es, ese conjunto de valores, usanzas y convicciones que les otorgan, a cada una de ellas, una identidad cultural particularísima. Ningún recurso le resultó más útil a la humanidad, para preservar este bagaje entre el ir y venir de los procesos sociales históricos, que la tradición oral y el constante viaje intergeneracional, de esta, a través de la memoria colectiva.
Atendiendo a su etimología (del latín traditio), tradición significa “entregar” o “dar a través de”. Es decir, en esencia, es “el acto de pasar algo valioso de una generación a la siguiente, asegurando su continuidad en el tiempo.”
¿Cuál ha sido, entonces, el objetivo primordial que ha llevado a la humanidad a fomentar la tradición oral? Ningún otro que no sea -a través del incentivo de su imaginación- cultivar el pensamiento del hombre y educarlo; de esta forma se ha asegurado que en los conglomerados sociales se mantenga la credibilidad en sí mismos y el deseo de incrementar sus niveles de conocimiento en pro de alcanzar un real desarrollo integral.
No obstante sus funciones de ilustrar, entretener, trasferir valores y salvaguardar las referencias cronológicas de una determinada colectividad, dicha transmisión de la palabra -respaldada en tácticas connaturales tales como las inflexiones o tonos, las actitudes gestuales y las expresiones corporales de quienes la ponen de manifiesto- son/han sido susceptibles de alteraciones medulares de la realidad histórica, ya que la colaboración dinámica entre el narrador y sus oyentes (llanamente emanada como enunciado de una concepción general de los hechos) ocurre en una circunstancia específica y en un término determinado, influyendo definitivamente en su desarrollo y, consecuentemente, dando lugar a que una misma historia presente disparidades de acuerdo a quién la esté relatando.
Definida de una manera más directa, la tradición oral es y ha sido -sencilla y llanamente- a lo largo de genealogías sin sistemas de escritura o en convergencia con ellos, la “escuela” humana más desarrollada a través de la historia. Sobre sus cuentos, leyendas, relatos, versos, etc., ronda una extensa lista de valores humanos y un método de enseñanza que abarca desde la iniciación lingüística, pasando por preceptivas de salud y comportamiento, hasta la facilitación del ejercicio de la memoria (como es el caso, por ejemplo, del uso de octosílabos en sus versos, que no son producto de elaboraciones técnicas y/o estéticas sino que se manejan al mismo compás de la respiración, haciendo más simple su registro retentivo).
Esta tradición oral -considerada por la Unesco como “fundamental para mantener vivas las culturas”-, ante la arremetida de los medios de comunicación globales (televisión, internet, etc.), la emigración (de campesinos a la ciudad o a otros países) y la carencia de regímenes formativos integrales; y, ante la promoción de estándares de vida y acciones que, en la práctica, están en franca contraposición con las tradiciones particulares de cada entorno disminuyendo ostensiblemente el interés en ellas, corre un serio peligro.
Al ser considerada por las nuevas generaciones -la tradición oral- como algo desactualizado y banal para la época, no es nada difícil que se produzca una pérdida de la identidad cultural y una alarmante escisión con el pasado que desgarraría definitivamente la cesión intergeneracional de sapiencias, experiencias, cultivo de valores humanos y hábitos formativos; para evitarlo, es básico que subsistan ocasiones de transferir enseñanzas y de mantener interacciones entre adultos (mayores) y jóvenes, para que todo este bagaje de conocimientos mantenga su estancia en la cotidianidad social.


Ante lo explicado, y siendo la tradición oral un elemento de uso común en la cultura montuvia (masa humana que habita los campos de la costa ecuatoriana y que, como peculiaridad, emana siempre alegría, hospitalidad y buenas costumbres), surge la idea de ejecutar este proyecto, cuyo propósito ha sido analizar no sólo la supervivencia de la tradición oral en Manabí, sino -fundamentalmente- su repercusión y efectos en la generación presente.
Centramos nuestro trabajo en la comunidad Las Mercedes 1, que se encuentra ubicada en la parroquia rural Honorato Vásquez, del cantón Santa Ana, provincia de Manabí; comunidad que tiene 108 hogares conformados por adultos, adultos mayores, niños y adolescentes, sumando una totalidad de 302 habitantes. Este, el Proyecto "Puentes de Memoria" en la comunidad Las Mercedes 1, ha sistematizado un exhaustivo análisis sobre la tradición oral montuvia y su papel, no sólo como base de la identidad cultural, sino como vehículo de las dinámicas intergeneracionales y su influencia en el desarrollo social actual.
Hemos desarrollado el trabajo con grupos conformados por personas representativas de la comunidad y apostando a varios grupos etarios. Inicialmente, la participación no alcanzó los niveles previstos debido a la fuerte situación invernal; no obstante, los aportes han tenido un significativo valor, especialmente los emitidos por personas con vínculos estrechos (recibidos oralmente de sus antepasados) a manifestaciones culturales tales como las fiestas religiosas populares, la gastronomía, y los conocimientos y saberes ancestrales.
En ese sentido, las entrevistas y actividades realizadas con los miembros de la comunidad se convirtieron en catalizadores de la memoria colectiva. A través de estos espacios fue posible conocer con mayor profundidad las formas de relación entre generaciones, otrora mantenidas de manera positiva por la tradición oral, y cómo estas han influenciado o no en el accionar y pensamiento de la generación actual.
En lo referente a su práctica, se ha evidenciado una brecha generacional en la valoración de estas tradiciones; esta (la práctica) se va perdiendo porque surgieron distractores para las nuevas generaciones (la juerga, el teléfono móvil, la moda, etc.) y se desatendió a los adultos mayores dilapidando su legado de sabiduría y conocimientos. Los jóvenes, al decir de sus antecesores, se han desviado de las memorias orales y han escogido medios de comunicación modernos.


Lo manifestado se comprueba en la emisión de testimonios tales como: “En el tiempo de antes no había tanta tecnología. Yo me acuerdo que de pequeña no teníamos televisión, no había por aquí señal para coger llamadas -con el tiempo fue que se pusieron las antenas- no había internet. También las personas mayores fallecieron y ahora las que vamos creciendo, vamos llegando para viejos, estamos en la nueva generación de la tecnología, creo que ya vamos creciendo o envejeciendo sin esas tradiciones porque ya no las estamos experimentando.”
“Sí ha cambiado, sí, porque ya no nos reunimos como nos reuníamos antes.”
“La gente que entusiasmaba las fiestas ya no existe. Ya han ido falleciendo. Por ahí han comenzado a nacer también los evangelios, los evangelios protestantes y todo eso. Ya comienzan a dividir las tradiciones.”
“Mucha gente de aquí también ha salido a otros lugares. Dicen ‘Yo te dejo arrendado o te vendo. Porque esto que yo tengo no me da, no me alcanza para sobrevivir.’ Y como tienen más aspiraciones, se van a vivir, a trabajar, a Portoviejo, a Guayaquil o a otro lado. Tienen hijos grandes que les piden el estudio y todo eso. Necesitan más capacidad.”
En lo que atañe a su influencia y/o proyección en el comportamiento de las actuales generaciones, el Proyecto ha profundizado en cómo esta transmisión de generación en generación ha resguardado prácticas comunitarias y compartido valores importantes (fiestas religiosas populares, cultura gastronómica); se han identificado, también, saberes en proceso de extinción (como los rituales asociados al "parto montuvio", por ejemplo, con sahumadores y remedios caseros) que han sido desplazados por prácticas modernas y sistemas de salud formales. Esto ilustra, con toda claridad, cómo la modernidad redefine y, en ocasiones, suprime conocimientos ancestrales.
Se destacan también tensiones y contradicciones clave que afectan y truncan este proceso natural: la salud versus la tradición, la globalización versus la identidad, el patrimonio versus la economía, y, lo natural versus lo moderno. En ese sentido, el Proyecto subraya que la sostenibilidad de la tradición oral depende de tres desafíos críticos: el reconocimiento de estos saberes como patrimonio cultural valioso, la adaptación innovadora de sus formatos para conectar con las nuevas generaciones, y, la equidad al vincular la preservación a oportunidades tangibles. La esencia cultural de la comunidad, tejida a través de sus tradiciones, requiere un esfuerzo consciente para recuperar y proyectar sus lazos intergeneracionales.
Como un eco, dentro de nuestras conciencias, se reflejan austeros los testimonios de las fuentes consultadas: “Bueno, le puedo decir que las cosas se han ido perdiendo poco a poco. Es la cultura misma.”
“Antes, de padre a hijo era una relación que nosotros respetábamos mucho.”
“Era bueno porque desde ahí un joven iba cogiendo las experiencias, los reflejos de otra persona”.
“Con el venir de los tiempos, eso se ha perdido. Y no, no vamos a tomar en cuenta la pandemia solamente. No, es de nosotros. La culpa es de nosotros que hemos dejado, abandonado.”
“Esta tradición se ha perdido. Se ha perdido. Ahorita, si Dios nos deja, es posible que la recuperemos. Hay que decir así: Ojalá que la recuperemos.”
En positiva contraposición a esto, no debemos soslayar que aún en cierto porcentaje de la población joven (18 a 30 años) y de la población infanto-juvenil (12 a 17 años) -de acuerdo a lo indagado en el Proyecto- las enseñanzas de los padres y abuelos, y de las “cosas así que ya… ellos ya han vivido”, se mantienen vigentes y son plenamente valoradas como algo que no sólo va a perdurar, sino que va a ayudarlos en su vida futura. La memoria colectiva actual del sector, sigue considerando a los abuelos como a los seres sabios, como a aquella especie extraordinaria que “sabía todo lo que se necesitaba saber” y que le transmitió conocimientos invaluables: “Me enseñó a andar en la finca (…). A coger los cacaos, el café.”
“Que hay plantas que sirven para curar enfermedades.”
“Hay cierta sabiduría que tienen los abuelos, los veteranos, la gente adulta, porque estuvieron muy cercanos a la naturaleza. Saben cuándo cortar la caña, cuándo sembrarla.”
“Mi abuelo para mí es como mi papá. Y eso significa muchísimo.”
“Mi abuela me enseñó a cocinar (…) A secar achiote, cacao.”
“Cuando estábamos haciendo esas labores, ella nos contaba historias y nos contaba, a veces, que hay que ser educados, que hay que ser obedientes.”
“Por los abuelos todo: cariño, amor… sí, todas esas cosas.”
“Cuando pasen los años, y ellos ya estén descansando, sentiré que lo que soy se lo debo a mis padres y a mis abuelos.”
La tradición oral en Las Mercedes 1, al igual que en otras comunidades, enfrenta desafíos y pérdida de interés -en un alto porcentaje de la nueva generación- por preservarla. Sin embargo, también existen esfuerzos por recuperarla y revitalizarla a través de talleres, proyectos de investigación (como este) y actividades culturales que deben ser promovidos considerando que “no son estas culturas sólo un recuerdo de adultos mayores, sino la antigua palabra de los ancestros”.
En conclusión, estamos asistiendo a una notable y cada vez mayor depreciación en la jerarquía de las historias orales como forma de transmisión de valores humanos, culturales y educativos; la tradición oral -es obvio- “sólo existe cuando se cuenta, y la frecuencia con la que se cuenta, contribuye a su preservación”.
Este patrimonio inmaterial, debe ser salvaguardado y apreciado por las generaciones presente y futura; y, utilizado como el mejor instrumento para alcanzar el progreso social y fortalecer nuestras raíces y nuestro sentido de pertenencia. Es imperativo implementar gestiones tales como: Su combinación con los programas educativos vigentes, recalcando su vital importancia cultural; el reconocimiento público y la justa valoración a los cultivadores de esta (la tradición oral); el desarrollo de talleres comunitarios y eventos que promuevan compartir estas prácticas; el registro escrito, y en audio y video, de sus manifestaciones; su difusión en redes sociales y plataformas digitales; y; lo esencial: defender su manifestación cotidiana en la vida social.
La ejecución coordinada de estos procedimientos, garantizará que la tradición oral siga siendo apasionante, elocuente y prominente en la colectividad coetánea considerando que puede, mientras conserve su esencia, adecuarse y expandirse con el tiempo.


Otras Publicaciones
Análisis sociológico de la tradición oral en la comunidad Las Mercedes 1 como fuente de valores e identidad que se transmite de generación en generación, alcance y limitaciones.
Saberes Femeninos y Tradición Oral en Las Mercedes 1: Antes, el humo de la alhucema anunciaba vida; ahora, el wifi anuncia que ya nada será igual.
